Cuando era pequeña en la primaria siempre me hacían de menos por múltiples factores pero el principal era una pequeña jiba que sobresalía de mi nariz, para corregirlo y no ser humillada en la secundaria entonces comencé a usar unos correctores nasales que hacían verme con la nariz perfilada, y disimulaba esa jiba aunque aun así algunos compañeros me decían nariz de cotorra o narizona, lo cual aun me deprimía, por lo tanto en la universidad cansada de usar los correctores nasales, de ese dolor tan horrible que te ocasionan al presionar el interior de tu nariz y tantos sangrados, decidí hacerme una operación con lo cual comencé a ahorrar y al año de mi carrera universitaria me operé. Lo difícil fue temporal, el dolor, las fosas nasales taponadas, la cara moretiada, el no poder moverme, todo valió la pena, con el cuidado de mi madre, sus caldos de pollo, así como la crema árnica que me ponía, el lado incondicional de ella y de mi amiga Alma C., que me iba a visitar me ayudaron a ver que valía la pena. Aunque después la inflamación bajo aun así me veía fatal, con la nariz enorme, aplastada, el doctor me dijo que era sólo temporal; ahora lo que veo es que sigo con una nariz grande y chata, no tengo la jiba lo cual me hace sentir un poco menos mal, pero aun así no soy feliz con lo que me hizo ya que esa operación me costó 25,000 pesos más gastos de clínica y siento que no fue la mejor operación que alguien pudo haber tenido, y además me quedó un miedo a que al operarme me vayan a desgraciar la nariz ya que yo no tenía tan chata la nariz.